LOGAN. El adiós perfecto del antihéroe de los superhéroes

Este artículo está dedicado a Eugenia, o Franela inmortal para los amigos. Por nuestras comunes pasiones y admiraciones por el cine y sus actores. La más especialmente suya es esta por Hugh Jackman, que también comparto con mucho gusto.

Va por ti, Franelita. Y muy larga vida al enorme lobo Hugh, que sí que es un superhéroe de verdad, tan espectacular como simpático.
El martes pasado fui a ver Logan y todavía creo que no he salido del cine. Es lo que pasa con las películas que tienes tantas ganas de ver y superan con creces esas expectativas. Quien me conoce un poco sabe que cuando escribo sobre algo, tanto si me gusta como si no, lo hago con el corazón. Pues ahora lo tengo en la mano.

Adelanto calificativos. A ver cuántos me salen: violenta, brutal, intensa, extremadamente salvaje y extremadamente emocionante y emotiva, grandiosa, magnífica, sublime, soberbia, impresionante... Remato: REDONDA.

La despedida más perfecta a un personaje que sí, que es de los más queridos, seguidos y preferidos del cómic por su fuerza y carisma, pero que no sería lo que es sin quien le ha dado 17 años de su vida real.



Ya es imposible saber qué se deben mutuamente James Howlett, más conocido como Logan o Lobezno, y Hugh Jackman (Sídney, 1968). Tampoco importa. Logan le ha dado la gloria a Jackman, pero él lo ha hecho casi real con sus gestos y su cuerpo de carne y hueso. Para siempre.

Por supuesto el cine retomará al famosísimo personaje. Igual ahora se sacan de la manga su infancia o vaya usted a saber qué. Pero ya no será él porque ya no será Jackman, que le ha dicho adiós a lo grande. O sea, con una interpretación de las de estado de gracia divina.

Su Logan no está cansado o viejo. Está literalmente devastado. Alcoholizado, insomne, agotado... Si hasta se le atasca una de las cuchillas cuando quiere sacarlas y su poder curativo está fallando. Se nos hace entender que es el famoso adamantium el que, con el tiempo, le está envenenando el cuerpo. Para colmo, está lleno de desesperanza y el abatimiento por todo lo ha reducido a la mera supervivencia que se gana como conductor de limusinas.




Su ironía y permanente ceño fruncido, tan característicos del personaje, son ahora un cabreo constante y de verdad, que no se le aplaca con nada.

Pero lo que ocurre es que se ha vuelto más humano precisamente porque al igual que muestra una vulnerabilidad desconocida, también muestra la ira, furia y fiereza más salvajes. O sea, que también es más animal que nunca. Y vemos en serio de lo que es capaz. Pero es que era eso lo que queríamos ver.

Ya no hay filtros ni cambios veloces de plano. No hay supertrajes, ni apoyos o ayuda, ni supervillanos imposibles. Aquí hay pandilleros peligrosos, militares, mercenarios y siniestros doctores de laboratorio que crean mutantes en serie. Y ahora sí que Logan los raja, desgarra, descuartiza y decapita. Sin contemplaciones. Pero también lo atormenta su pasado, sus pérdidas, lo que ha hecho y lo que no. Lo vemos machacado de una paliza y con el cuerpo lleno de cicatrices que cada vez tardan más en cerrarse, y algunas no se cierran.

En definitiva, vemos su naturaleza humana más completa, capaz de lo mejor y lo peor, de todos los extremos posibles. No importa la raza ni los poderes o dones (fantásticos o no) que tengas. Eres humano y animal a la vez. Logan lleva luchando por aceptar eso toda su vida. Por eso también su último combate será con una némesis que no habría podido imaginar. O quizás sí.



 
Antes tal vez existe una mínima esperanza: llevar al profesor Xavier a la costa y hacerse con un barco para perderse en el mar.

Porque la acción transcurre en el cercano futuro de 2029. Los mutantes están casi extinguidos y los que hay son un producto de laboratorio. No sabemos lo que pasó con el resto de los X-Men, pero se puede intuir algo en lo que también tiene que ver el profesor Xavier. Así él, Logan y Caliban, el mutante que puede rastrear a otros, malviven escondidos en un recinto industrial abandonado en medio de la nada.

Quienes solo hayan visto los tráileres no pueden llamarse a engaño. Desde luego no después de escuchar las mejor que bien elegidas y explícitas canciones, que ya venden y te cuentan la película por sí mismas además de las imágenes. Cuando ves la película, es eso lo que tienes. Heridas y dolor y un camino cuesta abajo. Logan mismo lo dice: «En el mundo real la gente muere».



1. Hurt, de Johnny Cash
2. Way down we go, de Kaleo.
Entonces aparece una madre desesperada que sabe quién es Logan y le ruega la ayude para llevar a su hija, una niña muy especial, a un sitio seguro. Y de repente, de malvivir hay que huir en un viaje sin rumbo ni futuro donde no habrá ni una concesión a la piedad. Solo realidad descarnada, de tinte apocalíptico pero únicamente para los personajes más únicos. Una realidad que al menos sí concederá un breve respiro, un mínimo espejismo de una vida normal que jamás habrán tenido.


Ese toque ya se vio en Lobezno inmortal, también de James Mangold (2013). Y como Mangold se quedó antes de llegar y con ganas de mostrarlo, se ha resarcido con Logan. Aquí lo ha puesto donde querían él y el personaje. Da igual si el guion está más o menos basado en las series de cómics sobre El viejo Logan. Precisamente un personaje tan fascinante se merece el final que tiene y que es el único que puede tener. Jackman se lo da con esa fabulosa interpretación, que ha evolucionado y perfeccionado al igual que el personaje. Pero el remate te lo da ese último detalle de la película. Hacía mucho mucho mucho que no escuchaba tanto carraspeo, suspiro e inspiraciones en una sala de cine.

Qué lejano está aquel macarra matón de peleas en jaula de este exhausto lobo...




Pero todos han echado el resto. La redondez del proyecto contaba con ello y por eso el reparto completo se luce también a lo grande. Porque lo de sir Patrick Stewart es de otra dimensión.



Este maravilloso actor inglés compone al último profesor Charles Xavier que podríamos imaginarnos. Una recreación perfecta de la senilidad más inmisericorde con el más poderoso de los mutantes. Y lo sigue siendo hasta límites insospechados, como comprobaremos en un par de ocasiones, una en especial, que es uno de los momentos más álgidos de la película.

Las escenas que comparte con Logan son inolvidables. Los mutantes más extraordinarios e indestructibles resultan estar acabados, rotos, pero su relación es todavía más poderosa aquí porque, aunque llena de agotamiento, también lo está de abnegación, sacrificio, dignidad y cariño. Son dos perdedores perdidos, pero están más unidos que nunca. En medio de la decepción y la ruina física y psíquica dependen el uno del otro completamente. Y consiguen sacarte las emociones más sinceras.



 

Puyas, acidez, esas decepciones, los recuerdos compartidos, los espejismos de normalidad o de esperanza, ese toque de humor tan de Logan y pese a las circunstancias, la aceptación del destino, de lo inevitable... Ahora sí se hablan de forma real. Cada gesto, palabra y mirada que se dirigen lo dicen todo y más. Pero porque puedes distinguir que los actores también están mostrando sus emociones verdaderas por unos personajes que les han reportado tanto.

Por supuesto, he leído a algún crítico de los de turno y guardia que suelen sacarle punta al más o menos toque de fibra en esto y lo otro. Resulta que una historia tan profundamente oscura, fatalista y llena de violencia explícita no puede mostrar una lágrima, ni una pizca de vulnerabilidad emocional. No tengo más remedio que citar a Logan: que no me toquen los cojones y que les den. Y al siguiente que lea con el típico rollo de "es que la propuesta flojea cuando cae en la emoción fácil", le comunicaré sutilmente mis deseos sobre lo que le puede flojear a él. Bueno, no, a la manera de Logan también. Gilipolleces, las justas y precisas.


Para rematar la faena está el gran descubrimiento del excelente reparto. Dafne Keen, la extraordinaria chavalita medio española que borda a Laura, o la mutante X-23, también personaje de los cómics y una copia exacta y mejorada de Logan.

No dice una palabra hasta casi ya la parte final de la película, pero no le hace falta. Y cuando las dice, son también con el mismo tono y rabia que las de Logan.

Por cierto, para quien pueda, es muy recomendable ir a ver la versión original. Primero, por apreciar enteramente la interpretación de los actores. Ojo, los que doblan a Jackman y Stewart son estupendos, pero siempre faltará esa autenticidad completa si no se escuchan  sus matices reales. Y también precisamente porque Laura es de origen hispano y hay mucho diálogo en español que no sé cómo habrán resuelto en la versión doblada. Tiene su aquel escuchar chapurrear español al profesor Xavier, que ha tenido contacto con ella y la está esperando. Y luego con Logan, con quien comparte un vínculo que se puede deducir fácilmente y que es lógico.






Los villanos y secundarios también cumplen perfectamente. Un eficiente Richard E. Grant, de rostro siempre tan inquietante, y un brillante e igualmente inquietante Boyd Holbrook, como Donald Pierce, el mutante del brazo biónico y perseguidor implacable, al que no le falta humor tampoco. Pero insisto, están bien todos.

En fin, esto es lo que hay: un peliculón de verdad, una historia que puedes creer y unos personajes con los que empatizas mucho más que con un superhéroe invencible.

Catarsis de emociones, de principio de esa eternidad que se merecen los superhéroes que se convierten en antihéroes de carne y hueso. Aunque tengan cuchillas de metal en las manos. Porque efectivamente logran su objetivo en ese final. «Así que esto es lo que se siente», dice Logan con la mejor de sus sonrisas. Y tú también sonríes (o te comes los puños) y te quedas con su mano.


Conclusión: que estoy muy agradecida. Tenía muchísimas ganas de ver esta película porque me gusta Lobezno desde que leía los tebeos de la Patrulla X de mi hermano y veíamos la serie de animación de los 90. Son de los pocos superhéroes que me llamaban la atención, porque no soy mucho del género.



Me gustó mucho la primera película precisamente por ponerle esa entonces cara desconocida de Hugh Jackman y ver que encajaba perfectamente, en el típico caso de ese actor que nace para interpretar un personaje. Y he visto el resto por él, por Lobezno, hasta las más flojas de la nueva generación. Siempre me he divertido solo con el sonido de sus cuchillas saliendo.

Pero ahora hacía mucho tiempo que no me emocionaba tanto con una película.

Mi último agradecimiento, no obstante, es para... en fin, el de siempre. Sí, el señor Russell Crowe, al que el mundo entero le debe que pasara del tema de cuchillas en los nudillos y recomendara a un colega compatriota que apuntaba maneras. Al señor Crowe se le podrán achacar tal vez muchos defectos, afectos y desafectos, pero buen ojo tiene, y generosidad.

Al señor Jackman no se le puede poner ni un pero. Además, es de los que no caen mal ni aunque se lo proponga. Y es un luchador de verdad. Toda la suerte y lo mejor, Hugh. Te lo mereces y todavía más.

O sea que... ¡NO OS PERDÁIS A ESTE LOGAN!

LO MEJOR: Esas gafas para leer.

LO PEOR: Si alguien lo encuentra, que me lo diga.

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