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Aquellas noches de verano al fresco

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Anochecer. 18 de agosto de 2017. La Solana (Ciudad Real) Fotografía de ©Mariola Díaz-Cano Arévalo Este artículo está dedicado a mi familia y a mis compas y amigas del colegio , que siempre me piden que escriba sobre «cosas de antes» (hay que ver... que somos todavía unas chiquillas). Quizás compartimos los mismos recuerdos solo que con distintas formas, lugares y personajes. Pero seguro que se parecen. Pues que cada cual eche un ratito rememorando los suyos. El pasado jueves por la tarde regresaba de caminata con mi tía. Era el anochecer casi ya sin luz después de un día triste, de sobresalto, espanto y miedo a los que, desgraciadamente, nos estamos acostumbrando. En la calle por la que íbamos, en la puerta de su casa, vi a un abuelillo sentado en su butaca , ya a la espera de esa noche que trajera la ilusión de un poco fresco en este agosto (y verano) tan demasiado caluroso. Porque lo del refrán de agosto, frío en rostro se ha terminado. Inmediatamente me vinieron

Pinceladas de palabras en el caluroso agosto

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Recortes del córtex cerebral a vuelapluma cuando hace demasiado calor un domingo por la mañana. El catre al lado de la cama grande. Su voz grave, con matices según los personajes. Quizás era por la mañana, al despertar, o por la noche para dormirme. Las siete cabritillas . Entonces era el más fuerte y el más sabio. ** El río corre pardo, como si tuviera polvo encima. No ha llovido. No llueve. Al río le sale humo con este bochorno. ** Se fue en agosto de vacaciones. Se tenía que ir. Igual que yo. Septiembre se me antojó lejos como la eternidad. Es lo que ocurre cuando se ama a los diecisiete años. ** Las sillas rojas y blancas. La pesada cortina naranja del escenario al fondo. El rincón al lado de la puerta. Oscuridad, frío y silencio en el enorme salón de actos. Tarde de viernes. «Reflexiona sobre lo que has hecho. Purga tus pecados». Luego las dos, de hinojos, pedimos perdón a Dios en la capilla. No sé si me oyó. No creo. Ya no me duele el recuerdo ni la mano abie